Cada rama del diseño se ha visto alterada o afectada de alguna manera en lo últimos meses. Aspectos de la vida cotidiana que dábamos por sentados, de pronto se vieron interrumpidos y muchos perdieron o cambiaron sentido. En el diseño industrial, por ejemplo, los botones y jaladores de puertas fuera del hogar han quedado en el pasado. Y parece que nuestro regreso a la “normalidad” estará caracterizado por el aislamiento. La estética, por otro lado, tendrá sentido sólo en relación a la funcionalidad, mientras que los espacios de trabajo y habitación estarán pensados desde su diseño como espacios limpios y seguros. El recordatorio de nuestra vulnerabilidad que ha constituido la pandemia está dando paso a una mayor conciencia del cuidado, las relaciones y el tiempo.
Estos nuevos retos implican también una renovación de la manera con que hacíamos nuestro trabajo. La conciencia y la responsabilidad están al centro de los procesos más que nunca y con ello la comprensión de lo que hacemos, la motivación y la pasión con las que lo hacemos. Como perdimos por un tiempo el contacto humano y la colaboración, aprendimos su valor como motor de la innovación, sobre todo cuando esas colaboraciones son multidisciplinares. Por ello sabemos que el home office tiene ventajas pero que el aislamiento total no es una opción.
Hoy nos estamos reinventando. Las personas y las empresas que no se reinventen están destinadas a fracasar. Los desafíos son grandes, pero nos han enseñado a hacer las cosas de una manera diferente y eso significa también imaginar un futuro diferente a la vez que encaminarse a construirlo. Otro aspecto clave es el de aprender a prever inconvenientes o cambios inesperados, a saber estar bien con cierto nivel de incertidumbre, que nuestros proyectos no dependan completamente de un estado totalmente fijo y estable, que, como vimos, es irreal. En Domus, por ejemplo, teníamos diseñado un plan de trabajo remoto en caso de que ocurriera un terremoto. Nunca creímos que ese plan realizado hace 4 años tendría que ser aplicado en una pandemia. Estamos trabajando al 100% en la nube porque ya teníamos años de estarlo trabajando, pero muchas empresas no estaban preparadas y tuvieron que adaptarse en el último momento. Otras sencillamente no pudieron hacerlo. Hoy hemos aprendido a colaborar a través de las nube, a hacer compras en línea, a manejar la herramienta de la videoconferencia en la manera que no nos de una pérdida de contacto social y a interactuar de una manera virtual que antes no dominábamos. Lo mejor que podemos hacer es aprovechar esta experiencia y sus aprendizajes para seguir avanzando y, con ello, mejorar las circunstancias de trabajo, la calidad de lo que hacemos y la responsabilidad que tenemos en la relación con otros y con el planeta.
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